“EN LOS BARES, FRENTE A DOS CERVEZAS, OCURREN MILES, MILLONES DE HISTORIAS”

En poco más de una década Carlos Salem se ha convertido en uno de los nombres fundamentales de la literatura española actual, con unas señas de identidad muy definidas. Novelas, libros de relatos, poemarios, obras de teatro, cómics… Su amplia producción ha ganado importantes premios y sigue seduciendo a lectores de numerosos países, y muchos de ellos lo reconocen por una peculiaridad: Carlos fue el creador del género de la ‘cerveza ficción’; una literatura nocturna, urbana, a veces algo peligrosa y con mucho sentido del humor. Como queríamos saber un poco más sobre estas historias, nos hemos entado a charlar con él con un par de rondas de Ambar.

¿Qué es el género de ‘cerveza ficción’, cuáles son sus características?

Creo que de alguna manera tiene que estar relacionado, casi todo lo que ocurre, con un bar y con la noche, y por supuesto con la cerveza. Pero no especialmente en el aspecto de realismo sucio (y yo diría incluso cutre) que se tiende a buscar para darle a lo nocturno un aire bohemio equivocado. Tampoco es un género nihilista, ni todo lo contrario, no todo tiene que acabar bien o mal. En realidad, cuando has estado a ambos lados de la barra de un bar durante bastante tiempo, como es mi caso, ves comenzar muchísimas historias, pero no sabes cómo acaban. Ahí es donde entra el escritor, para hacer lo que la vida no sabe hacer: que es poner buenos finales.

¿Cuándo o cómo te diste cuenta de que habías creado un conjunto de relatos con esas claves de género?

Todo empezó a medio en broma, como ocurre con las cosas más serias. Siempre me irritaron particularmente las etiquetas, sobre todo en literatura. Parece que se intenta que el lector no tenga que pensar en nada, cuando la literatura tiene la finalidad totalmente opuesta, por eso es peligrosa: porque hace pensar. Así que, para burlarme de tanta etiqueta, inventé una más, escribí un decálogo… y luego me di cuenta de que buena parte de mis relatos, sobre todo los que más me gustaban, respondían a ese decálogo incluso antes de haberlo escrito.

¿Por qué crees que inspira tanto a la fantasía la imagen de una cerveza helada?

Creo que la cerveza ha ido derrotando los tópicos culturales que la limitaban en el imaginario popular solamente a la playa y el verano. Ha reemplazado, o en todo caso presentado, una importante batalla a la copa de vino como vinculo a compartir cuando quedas con un amigo a contarte las alegrías y las penas. Cuando los amigos coinciden en grupo, incluso después de no verse durante mucho tiempo, o como recurso para no dejar de verse cada cierto tiempo, salen ‘de cañas’. Cuando conoces a alguien que te interesa, pero no quieres que parezca una cosa demasiado solemne sino casi casual y sin obligaciones, invitas a tomar una cerveza y charlar. La cerveza tiene un componente social, y no solamente refresca cuando hace calor, también aporta frescura a los encuentros.

¿Puedes contarnos algo sobre tus nuevos proyectos que tengas entre manos?

Este va a ser un año interesante para mí ya que salen tres libros. Por un lado, un nuevo poemario que llevaba tiempo preparando y se titula La rebelión de los follamantes, y que es la segunda parte no buscada pero sí necesaria para mí de un libro de hace cinco años que llego a muchísima gente. Luego hay dos proyectos vinculados bastante a la historia de la cerveza. Uno es un álbum de cómic realizado junto con el dibujante Iñaki Echeverría y que se titula La noche lo sabe. El otro es una novela, Donde el tiempo ya no duele, que transcurre en España en la semana de Navidad; es una road movie delirante y también una historia de amistad. Nunca me planteé las desventuras del Poe como una saga, pero es un personaje que me interesa mucho, porque podría vivir en el tópico y sin embargo todo lo que le ocurre no tiene nada que ver con el tópico. Algo parecido a lo que le pasa con la noche y la cerveza.