MUJERES CERVECERAS

Las cerveceras salvaron una vez el mundo

Autor: Cervezas Ambar

Mujeres cerveceras

Que la cerveza sea un sustantivo femenino no es casualidad. La inventaron ellas. Puede que la historia no sea muy conocida, pero las mujeres han estado vinculadas a ella desde sus orígenes. Son muchos los indicios (restos arqueológicos de civilizaciones varias)  que atribuyen la patente a las féminas. De no ser por ellas, por las que comenzaron a trabajar el cereal para ver cómo hacían de aquellos granos diminutos y duros algo más fácil de comer y más nutritivo, y de tantas otras que  siguieron después, la cerveza no hubiera sido cerveza, hubiera sido… otra cosa.

 

Son muchas las mujeres que han aportado su granito de «malta» para hacer de la cerveza lo que hoy conocemos como cerveza, ese líquido milenario que va de los amarillos más pajizos a los negros más oscuros. Sin embargo, la historia ha dejado al descubierto solo a unas pocas. Enumeramos algunas en este post, que queremos sirva como reconocimiento a la labor de todas ellas. ¡Gracias mujeres cerveceras, porque habéis escrito la historia, por seguir escribiendo el presente!  

El pan y la cerveza, dos caras de la misma moneda, que fueron la base alimenticia para las sociedades de Sumeria y Mesopotamia, donde su elaboración era considerada un ritual. Por aquellos entonces, elaborarla era tarea confiada solamente a las mujeres. Eran ellas quienes elaboraban la cerveza en «la pureza», una parte de la cocina expresamente preparada para cocinar este brebaje divino, siempre supervisadas por la señora de la casa.

 

Este papel también estaría reservado a las féminas siglos más tarde, en la sociedad vikinga. Por ley, eran ellas las únicas que podían elaborar cerveza y disponer de equipos cerveceros como propiedad. Pero disfrutar de la birra era tarea de hombres y mujeres por igual; todos bebían y compartían cerveza utilizando cuernos huecos a modo de copa.

 

Poco después, en la Europa de la Edad Media, las mujeres siguieron elaborando cerveza, pero no de la misma manera: las licencias debían estar a nombre de sus esposos. La cerveza continuó siendo en la dieta de la sociedad medieval un alimento clave muy preciado. Por ello, aquellas que producían más cerveza de la que consumía su familia, podían incluso vender sus excedentes.

 

Fue en esta época cuando a otra gran mujer se le ocurrió otra gran idea cervecera: mejorar la receta mediante lúpulo. Una genialidad que surgió nada más y nada menos que en el interior de… un convento.

 

Fue Hildegarda de Bingen a quien se le ocurrió la idea de incluir este peculiar ingrediente por sus propiedades benéficas para conservar mejor la cerveza. Una bebida de la que llegó a decir: «proporciona al hombre un color saludable de rostro, gracias a la fuerza y buena savia de su cereal». A la mujer también. ¿Será Hildegarda la primera Santa «cervecera» de la historia?

Mujeres cerveceras

Más tarde, los europeos emigraron al Nuevo Mundo, y con ellos llevaron sus costumbres, sus manías y, por supuesto, su cerveza. Aunque ésta no era algo que desconociesen los americanos, que desde hacía siglos elaboraban chicha de jora, con maíz malteado: la bebida favorita de la nobleza inca. Pero… no era lo mismo.

 

Así que a medida que las colonias de Estados Unidos empezaron a tomar forma, brotaron las tabernas, provisionadas por cervecerías regionales. Pero fue en la zona rural donde la elaboración de cerveza fue la fuente dominante durante más de un siglo. Gracias en gran medida a la labor de mujeres como la señora Martha Jefferson.

«Proporciona al hombre un color saludable de rostro, gracias a la fuerza y buena savia de su cereal». Hildegarda de Bingen

Detrás de una gran cerveza… hay una gran mujer (…o al menos una muy conocida) 

 

Martha Jefferson era una apasionada de la cerveza desde su juventud. La cerveza de la plantación de Martha en Monticello era especialmente sabrosa gracias a que utilizaba diferentes lúpulos para su elaboración. Un ingrediente del que llegó a adquirir «siete libras a cambio de una camisa vieja» en una ocasión, según los registros de la época.

 

Su marido en cambio, era más aficionado a la sidra y el vino, aunque no se resistió a los encantos de su cerveza. Tenía un cargo relevante para la época, el de Presidente de los Estados Unidos, y juntos Thomas y Martha debieron de organizar unos saraos de altura.

 

Un poquito más en el norte, concretamente en Canadá, otra mujer hizo historia. Susanah Holland, una emigrante inglesa, hizo de su peculiar receta de cerveza la base de la cervecería independiente más antigua de Canadá: Moosehead Brewery. Una empresa que, aunque era ella quien hacía las funciones de maestra cervecera y responsable de producción, llevaba el nombre de su esposo y de sus hijos.

 

Y es que, como ella, muchas mujeres a lo largo de la historia han llevado a cabo una brillante labor cervecera sin contar con el reconocimiento que merecían. Y como la historia se sigue escribiendo, ¡levantemos copas, botellas y barriles amigas cerveceras! ¡Por todas las páginas que quedan por escribir!

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