Joseph Priestley descubrió el oxígeno con cerveza | Cervezas Ambar

Joseph Priestley descubrió el oxígeno con cerveza

Anécdotas cerveceras de la historia II

Autor: Jorge Coscarrón

Ambar 1900

Puede que lo sepas o puede que no, pero la cerveza está grabada en la Historia y la Cultura de muchas y curiosas formas. Por ejemplo, ¿sabías que a los constructores de la Gran Pirámide de Giza se les pagaba con una ración diaria de cerveza? Pues sí, amigo, puedes leer más sobre la cerveza en el Antiguo Egipcio ¿O que la luna tiene un cráter llamado Beer, que como bien sabes es cerveza en inglés?

Pues bien, ahora posees todo ese conocimiento y eso es buena munición para amenizar un rato de conversación en la barra de tu bar favorito. Pero ahora vamos a hablar de cómo la cerveza jugó un papel clave en un enorme descubrimiento científico. Si, lamentablemente, parece que aquello de que Isaac Newton se sirvió de la manzana para desarrollar su ley de la Gravedad es más bien un cuento chino… sin embargo, no lo es que Joseph Priestley usó la cerveza para demostrar la existencia del oxígeno.

Priestley fue un químico, teólogo, educador y escritor británico que, además de ser autor de guías sobre electricidad y gramática y de fundar el Unitarismo, fue pionero en el estudio científico de los ‘aires’ o gases.

Resulta que a principios de la década de 1770, Priestley vivía cerca de una fábrica de cerveza en Leeds, donde realizó varios experimentos. Por ejemplo observó que el agua que se dejaba encima de una cuba de cerveza adquiría un sabor y una textura similares a los del agua mineral de manantial, y llamó a este fenómeno ‘aire fijo’. Aunque en aquel momento no lo sabía, el mosto en fermentación liberaba dióxido de carbono en el agua.

En 1772, Priestley publicó ‘Directions for impregnating water with fixed air’ (Instrucciones para impregnar el agua con aire fijo), ilustrando cómo se podía forzar el ‘aire fijo’ (el dióxido de carbono) en el agua, creando una efervescencia (carbonatación) que imita los manantiales minerales.

Así, encontró una forma de producir artificialmente lo que se daba de forma natural en la cerveza y el champán: agua con la efervescencia del dióxido de carbono. El método le valió el codiciado premio Copley de la Royal Society británica y fue así el precursor de la moderna industria de los refrescos.

Durante este proceso, Priestley ayudó a destronar una idea que había dominado la ciencia durante  más de dos mil años, desde tiempos de los griegos: «Pocos conceptos se han apoderado más firmemente de la mente», escribió, «que el de que el aire es una simple sustancia elemental, indestructible e inalterable».

Aquellos primeros experimentos en la fábrica de cerveza culminaron en 1774 cuando el científico descubrió que el aire no es una sustancia elemental, sino una composición o mezcla de gases. Entre ellos estaba el gas incoloro y altamente reactivo que denominó ‘aire desflogizado’ y al que el químico francés Antoine Lavoisier pronto daría el nombre de oxígeno.

Démosle pues el mérito que merece, a él y a la humilde cerveza por el papel que también jugó, no sin antes agradecerle también otros de sus inventos: el ácido clorhídrico, el monóxido de carbono, el dióxido de azufre y el óxido nitroso, también conocido como el gas de la risa. Incluso registró en 1770 la capacidad de la goma india para borrar las marcas de los lápices, descubriendo así las primeras gomas de borrar. ¡Todo un personaje!

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