Cervezas y cine | Cervezas Ambar

Cervezas y cine

Un repaso a esta vieja amistad

Autor: Jorge Coscarón

Cerveza y cine
Robert Redford sentado en la terraza de un bar por la noche, con un grueso suéter blanco de cuello alto y una cabellera rubia seductoramente revuelta. Piensa y da tragos pequeños a una jarra de cerveza helada. Sobre la mesa hay varias jarras vacías más. Barbra Streisand, caminando, cargada de libros, lo ve y se apresura a cambiarse de acera. A mitad de camino, él la avista y la llama. “¿Por qué siempre llevas tus libros a todas partes?”, le pregunta cuando ella llega a su lado. “¿Para eso me has hecho cruzar la calle?”, responde. “No, estoy celebrando”. “¿Qué celebras?”. “Que has cruzado la calle”. Así comienza una de las escenas clave de Tal como éramos (1973), esa deliciosa obra maestra de Sydney Pollack que plasmó buena parte del desencanto existencial de la Norteamérica de la primera mitad del siglo veinte. En ella, los dos jóvenes protagonistas comparten cerveza, entrechocan sus jarras y la saborean a pequeños sorbos, como si la dorada bebida fuese una metáfora de ese destino incierto que tienen que afrontar sus personajes.

Aunque a veces, al parodiar algún personaje, la bebida habitual con la que se juega es el whisky lanzado al coleto, el cine ha tenido la cerveza muy presente en infinidad de películas donde, incluso, llega a jugar un papel especial para definir los distintos perfiles. Habitualmente la cerveza suele ser seña de momentos de distensión, de relajación. Ahí está, por ejemplo, ese Tom Cruise en Algunos hombres buenos, La tapadera, Jerry Maguire o las dos entregas de Top Gun, cuyos personajes, trajeados o incluso de uniforme durante su jornada laboral, se preparan una reparadora cerveza al llegar a casa antes de tirarse a descansar en el sofá.

Cerveza y cine Chaplin
La cerveza está presente en el cine desde los inicios de este séptimo arte, de hecho, es probablemente la primera bebida que se vio en la gran pantalla. Ocurrió en 1897, tan solo dos años después de que los hermanos Lumière patentaran su cinematógrafo. La “película” en cuestión duraba tan solo 40 segundos, y llevaba el descriptivo título de Old man drinking a glass of beer (Hombre mayor bebiendo un vaso de cerveza). La dirigió George Albert Smith, uno de los pioneros del cine británico, y presentaba al veterano actor teatral Tom Green disfrutando de una refrescante cerveza, probablemente una Watney’s Brewery londinense.

Aunque en los comienzos del cine eran habituales las escenas en bares y tabernas en las que siempre había personajes bebiendo cerveza, probablemente la primera gran aparición de esta bebida en una obra ya con guion fue en Charlot campeón de boxeo (Charles Chaplin, 1915), donde el entrañable personaje de sempiterno bigote daba tragos de una tinaja con un gran cartel de “Cerveza” para refrescarse durante su entrenamiento. A partir de ese momento, las apariciones de la cerveza se cuentan por centenares, y muy pronto cobró ese citado papel simbólico de bebida más informal y alegre. Si en Robin Hood (Allan Dwan, 1922) el aventurero protagonizado por Douglas Fairbanks disfrutaba de una jarra de cerveza para reponerse tras un agitado combate, en la versión de 1938 de las aventuras de este clásico personaje británico, esta vez con el rostro de Errol Flynn, podemos observar que los oprimidos campesinos y artesanos beben cerveza, mientras que el vino queda en las copas de los cortesanos de palacio. Y no solo eso: mientras que el tirano príncipe Juan bebe vino en una copa de oro en su castillo de Normandía, su hermano, el noble Ricardo Corazón de León, se decanta por una ale en una sencilla jarra de latón.

Incluso hay películas con escenas “cerveceras” que han quedado grabadas en la memora cinematográfica de varias generaciones. Es el caso del divertido momento de E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1981), en el que el pequeño alienígena, investigando una nevera familiar, decide probar unas curiosas latas que resultan ser cervezas Coors (cuyos efectos sentirá el protagonista, interpretado por un joven Henry Thomas). Curiosamente, mientras el vino o los destilados apenas han tenido presencia en el cine destinado a los pequeños de la casa, nunca ha existido la misma concepción de nocividad en el caso de la cerveza, y para muestra, el memorable reto a salchichas y cerveza entre Bud Spencer y Terence Hill en una de las más célebres películas de la divertida pareja: Y si no nos enfadamos (Marcello Fondato, 1974).

Por su parte, también Quentin Tarantino decidió recurrir a la cerveza como protagonista de una de las mejores escenas de su western Django unchained (2012): en uno de los momentos más tensos de la cinta, el cazarrecompensas interpretado por Christoph Waltz sirve con precisión y parsimonia un par de jarras de cerveza para él y su acompañante (Jamie Foxx), que se sientan a paladear mientras los espectadores saben que todo un pueblo va a irrumpir en cualquier momento en el abandonado saloon para atraparlos.

La devoción por la cerveza de algunos actores llega al extremo de que imponen esta bebida a sus personajes, así ocurre con el citado Tom Cruise, Brad Pitt o el veterano Clint Eastwood, a quien, en lugar de vino, whisky, agua o cualquier otra bebida, podemos ver disfrutando de una buena cerveza en infinidad de sus películas de los últimos cincuenta años.

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